
Austin realizó la terapia filosófica en tanto que el interés
por clarificar los conceptos fue permanentemente en su carrera filosófica.
Realizaba seminarios en los que se discutían las análogos; busco la precisión a
toda costa, porque "las palabras son nuestros instrumentos y, como mínimo,
debemos usar instrumentos claros: debemos saber lo que significamos y lo que no
significamos, y estar prevenidos contra las trampas que nos tiene el
lenguaje", decía. Nuestras frases son nuestros significados. Si nos
olvidamos de ello caeremos en la hipersimplificacion que "podría llamarse
la enfermedad profesional del filósofo, si no fuera su profesión".
Nuestras palabras comunes son mucho más sutiles es sus usos y marcaron muchas
más distinciones de lo que piensan los filósofos.
En la filosofía, decía, se presenta la opinión de un
erudito; o sea, de un filósofo.
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